Una nueva subvariante del COVID-19, denominada NB.1.8.1, ha comenzado a expandirse en Estados Unidos, aunque su presencia aún no se refleja claramente en los portales oficiales de monitoreo federal. Detectada en estados como Nueva York, California, Arizona, Ohio y Rhode Island, NB.1.8.1 es una descendiente de la variante ómicron JN.1. Aunque la variante LP.8.1, también derivada de JN.1, sigue siendo la predominante en el país, NB.1.8.1 ha captado atención internacional debido a un aumento en las hospitalizaciones en Asia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado a NB.1.8.1 como una «variante bajo monitoreo» debido a su creciente prevalencia global. A pesar de su expansión, las autoridades sanitarias informan que el riesgo público sigue siendo bajo y no hay evidencia de que esta subvariante cause enfermedades más graves que las variantes anteriores.
En respuesta a su propagación, se recomienda mantener las medidas preventivas habituales, como el uso de mascarillas, el distanciamiento social y la ventilación adecuada de espacios cerrados, especialmente en lugares con alta concentración de personas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado a la subvariante NB.1.8.1 del COVID-19 como una «variante bajo vigilancia», ya que ha sido detectada en al menos 22 países. Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han señalado que el número de secuencias identificadas en Estados Unidos sigue siendo bajo, por lo que no se ha actualizado su monitoreo oficial. A pesar de ello, expertos advierten que esta variante muestra una mayor capacidad de adherirse a las células humanas, lo que la haría más transmisible, aunque sin generar, por el momento, enfermedades más graves que otras variantes anteriores.
En cuanto a la eficacia de las vacunas, los expertos coinciden en que las dosis actualmente aprobadas en Estados Unidos siguen ofreciendo protección contra formas graves de la enfermedad provocada por NB.1.8.1. No obstante, preocupa que la limitación en el acceso a las vacunas, especialmente tras la retirada de la recomendación para niños sanos y mujeres embarazadas del calendario de vacunación de los CDC, pueda poner en riesgo a poblaciones vulnerables. Además, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha endurecido los requisitos para nuevas aprobaciones, exigiendo ensayos clínicos a gran escala.
A pesar de la disminución significativa de hospitalizaciones y muertes por COVID-19 desde los picos de la pandemia, expertos como el Dr. Paul Offit, del Hospital Infantil de Filadelfia, han expresado su preocupación por la distribución limitada de las vacunas. Offit advierte que esta restricción podría resultar en una menor disponibilidad y accesibilidad de las vacunas, lo que afectaría especialmente a las poblaciones vulnerables. Además, enfatiza que la responsabilidad de decidir quién debe vacunarse no debe recaer en los farmacéuticos. Mientras tanto, la vigilancia continua de variantes como NB.1.8.1 sigue siendo crucial para prevenir una posible nueva ola de contagios.
FUENTE: ECUAVISA