Populismos, emoción y razónLolo Echeverría. Columnista •

Uleam Radio.- A alguien escuché decir que el pensamiento solo hace de abogado de las emociones; en otras palabras, utilizamos la razón para justificar las emociones.  Es una idea perturbadora porque conduce a preguntarnos si es posible despojarse de las emociones o despojarse de la razón sin renunciar a la condición humana.

La malévola pretensión política del populismo, de izquierda o de derecha, es despojar al ciudadano de la capacidad de razonar, cuando vota y cuando fiscaliza al poder. Vota que luego yo cambiaré las leyes que establecen las atribuciones y los límites del poder. Induce a dejar de pensar la complejidad para actuar emocionalmente.

Una persona racional y práctica, siempre estable, seria y correcta, sin fantasía ni entusiasmo, parecería un ciudadano ideal; sin embargo, el sicólogo puede ver los síntomas de un enfermo de alexitimia. Vocablo de origen griego a– (sin), lexis (lenguaje) y thymos (emoción), alude a la incapacidad de reconocer y expresar las emociones.

El populismo induce la enfermedad opuesta al evitar en el discurso político los razonamientos y saturar los mensajes de contenidos emocionales. No solo identifica al enemigo, sino que le declara la guerra, no plantea objetivos concretos, sino vagas ofertas de algo nuevo, no ofrece respuestas, sino proclamas, descalificaciones, silencios; no se atiene a la realidad sino al relato.

El populismo ha contribuido a la degradación de la política. El argentino Hernán Vanoli, que ha realizado encuestas y estudios sociales de las emociones, dice que el voto racional pudo haber existido en épocas de sociedades racionales. Ahora hay que pensar la ideología no como un corpus de ideas, sino como una sinfonía de emociones.

Si el nuevo presidente de Chile, José Antonio Kast, cumple lo que ha ofrecido, conseguirá reducción del gasto público, crecimiento económico, seguridad y orden; si no cumple, tendremos otro populismo de derecha como los que sufrimos en el continente y que hacen tanto daño como los de izquierda.

Fuente: El Comercio